domingo, 20 de abril de 2014

Ken - Capitulo 7 - Final

Kyung Hee no vino al día siguiente. Ni siquiera al otro. Así que la mañana del tercer día, cuando amaneció, como siempre se encendieron las luces automáticas verdes, revelando una escena bastante desoladora. Hye Rin yacía totalmente quieta contra la pared entre las celdas de Ravi y Ken. Los brazos caían a cada lado de su cuerpo como cuerdas flojas, y el pelo pelirrojo por delante de la cabeza agachada, sucio por el paso de las interminables horas.

Apenas tenía fuerzas para relamerse los deteriorados labios y sin embargo, apretaba con perseverancia la varilla de metal con la mano izquierda hasta el punto de clavarse las uñas en la palma. Mantenía los ojos cerrados para reservar energías, pese a que éstas menguaban a cada minuto. Los chicos seguían tan bien como siempre. No era la primera vez que los olvidaban y no les daban de comer, pero viendo como su amiga iba perdiendo la vida poco a poco, se sentían a punto de desfallecer.

Hyuk no lograba derramar más lágrimas y se había resignado a mirarla hasta que… bueno, hasta que pasara lo que tuviera que pasar con la muchacha. ¿Qué podían hacer ellos estando encerrados como viles ratas?

-Hye Rin… Rinnie… ¿estás consciente? Contéstame por favor… -suplicó Ken. La chica asintió casi imperceptiblemente y suspiró. ¿Es lo que buscaba Kyung Hee? ¿Extenuarla hasta la muerte? ¿Ese era su castigo? ¿O simplemente quería que llegara un punto en el que, cuando la rubia entrara, no supusiera ninguna amenaza? Pues… si ese era su plan, se equivocaba al subestimarla.

Finalmente, la puerta se abrió. Kyung Hee la contempló un instante, con una sonrisa maliciosa en la boca. Paseó lejos de ella tarareando una melodía que no era conocida para nadie. Entonces por fin habló.

-No te habías dado cuenta, ¿verdad? –levantó un dedo. En el lugar señalado, una cámara apenas visible era descubierta por primera vez. La luz roja que emitía daba a entender que estaba grabando lo sucedido. La rubia negó, chistando tres veces-. Muy mal, Rinnie, muy mal… Siento no haber venido antes, pero tenía que revisar las cintas grabadas. Ya sabes, la costumbre. Y no veas la sorpresa que me he llevado de que mi familiar me engañara con tanto descaro. Se puede decir que es la primera vez que alguien logra mentirme así. Mejor dicho, es la primera vez que alguien a quien he confiado mi casa lo logra. Pero… no volverá a pasar más.

“Me distraje, y ahora, debes pagar por ello. ¿Rinnie? ¿Estás viva aún? ¡HA HA HA! –su risa se elevó en el aire, escalofriante-. ¿De verdad te enamoraste de mi mascota? Qué ilusa, cariño… Bueeeno… creo que seré buena contigo, ya que después de todo, no pudiste liberarlos. En cuanto te mate a ti, los mataré a todos, empezando por tu enamorado, ¿qué me dices? ¿Te gusta la idea de congregaros toooodos de nuevo? ¡Dímelo! –estando cerca, le propinó una patada en las costillas que tambaleó a la pelirroja. Ésta tosió y se levantó.

Le temblaban las rodillas, pero se ayudó de la mano de Ravi, que gentilmente la había sacado por si necesitaba ayuda. No, ya no le gruñía. Ya no gritaba. Su mirada era del todo humana, e incluso las marcas oscuras de su cuerpo empezaban a desaparecer.

El gesto no pasó desapercibido para otra mujer, cuyo rostro devino rojo de la rabia.

-¿Por qué lo haces, Kyung Hee? –Susurró Hye Rin, débilmente acercándose a ella-. ¿Qué te he hecho yo? ¿Qué te han hecho estas personas? ¿Qué te ha hecho el mundo para que los odies tanto y guardes tanto rencor?

-¿Que qué me han hecho? –volvió a reírse. No fue agradable-. Todos me odian. Siempre me han odiado. Y por eso los odio. Solo quiero que el mundo pague por el crimen de odiarme. Yo solo quería ser aceptada pero... las brujas no están bien vistas en este mundo. Sucia escoria terrenal... ¡Los odio a todos! ¡Y tú, miserable embustera, tú morirás con la humanidad entera!

Entonces todo sucedió muy rápido. Con un grito, Hye Rin se abalanzó contra la rubia, la varilla afilada por delante. Kyung Hee reaccionó a tiempo, agarrándola de las muñecas y ambas forcejearon por la sala. La pelirroja había estado reservando fuerzas llegado el momento, y no obstante, no fue suficiente. Estaba demasiado endeble como para seguir la pelea.

Y entonces, se decidió ganadora.

La bruja asestó un cabezazo a la débil mujer, que se tambaleó hacia atrás. La varilla cambió de manos y Hye Rin soltó un gemido de dolor cuando el filo puntiagudo la atravesó de parte a parte por el estómago. El tiempo pareció congelarse. La pelirroja bajó la vista, incrédula a lo que veía. Ajena a los gritos desgarradores de sus amigos siguió viendo como la sangre escapaba de su cuerpo en goterones abundantes. Con la visión borrosa se dio cuenta por fin de lo que pasaba: se estaba muriendo.

Cayó de rodillas y se quedó ahí, impotente.

-Espero que hayas aprendido la lección, cariño –siseó la otra, fríamente-. Y espero que te reúnas con tu padre en el más allá. Si no te vas al infierno, por idiota. Ha sido divertido mientras ha durado, ¿sabes? Ojalá pudieras vivir un poco más, pero… creo que no será posible.

Miserable…, pensó Hye Rin. No supo de dónde sacó fuerzas, ni donde estaban alojadas ni por qué no habían salido antes, pero lo cierto es que pudo levantarse y empujar fieramente a su familiar contra la celda de Leo. Después, se desplomó en el suelo y no se volvió a mover.

-Estúpida cría… -espetó la mujer, mirándola con desprecio. Sin embargo, unos brazos la inmovilizaron y sintió la mano derecha de Leo sobre su rostro. Kyung Hee, se sacudió como pez fuera del agua, aterrorizada. La suave y peligrosa voz de Taekwoon fue lo último que escuchó.

-Vete al infierno tú, bruja –le partió el cuello sin miramientos y el cuerpo sin vida de Kyung Hee se dobló hacia un lado. Amortiguadas, las palabras de Hongbin flotaron tétricas:

Criaturita, criaturita, ¿a dónde vas?
A la tela de araña directa caerás,
Si tienes miedo, ojitos cerrarás.
Tu cuello pronto de un hilo penderá
¡Y la criaturita, sufrir ya no sufrirá!

Ocurrió lo que todos habían estado esperando. Volvieron a ser humanos en su totalidad. Los cristales desaparecieron como por arte de magia. Las cuerdas que mordían la piel se rompieron. Las verjas de metal reventaron. Y el muñeco Voodoo, que tanto mal les había causado se incendió junto a la varilla alojada en el cuerpo de Hye Rin, volatilizándose. En las paredes y el techo de la estancia empezaron a aparecer unas muescas que cada vez se iban haciendo más grandes y profundas.

El poder de Kyung Hee mantenía el lugar en perfecto estado pero, una vez muerta, estaba retornando a su forma original.

-¡¡HYE RIN!!

Ken se lanzó a por la mujer, que seguía inmóvil boca abajo. La giró con aflicción, el corazón roto. Quiso evitar mirar la herida, sabiendo con lo que se toparía. Por el contrario, le palmeó las mejillas hasta que parpadeó paulatinamente.

-¿Jae Hwan…?

-Estoy aquí, pequeña. Estoy aquí. No te duermas aún –intentó levantarla, pero no pudo-. ¡Hakyeon, hay que sacarla! ¡Esto se va a venir abajo!

-¡En mi espalda! ¡En mi espalda! –repetía el nombrado, agachándose. Una vez fue subida, las siete personas salieron por las escaleras que conducían al exterior, anhelantes de respirar libertad. Hasta que… la última puerta se abrió y les recibió la luz.

***

Nunca pensé que volver a ver el sol hiciera tanto daño como en ese momento. Cerré los ojos por inercia, y aún así podía distinguir los suaves destellos amarillos a través de los párpados. El cálido viento azotó mis mejillas, como dándome la bienvenida de nuevo. Qué agradable… casi había olvidado lo que era el viento… 

Entrecerré los ojos y observé los colores del campo delante nuestro, el vaivén de las hojas de los árboles por la brisa, y sobre todo, el sonido de los pájaros cantando. Quería gritar de júbilo. Me sentía vivo, capaz de nuevo. Era libre, nadie me retendría jamás. Busqué la mirada de mis compañeros, que al parecer, sentían lo mismo que yo.

Hyuk hizo lo que yo no había hecho. Chilló. Chilló de alegría desbordante. No pude más que corearle, y continuar observándolos a todos. Pero de pronto… la vi a ella. Me miró con una sonrisa cansada. Sus brazos dejaron de rodear el cuello de Hakyeon, abandonando definitivamente. Leo la sujetó por detrás de los hombros, estirándola en el césped marrón. Todos se reunieron entorno a Hye Rin. Su piel estaba pálida, casi cadavérica. Y todo lo que me había parecido gozoso, había perdido su color. Ya nada era bello, pues lo único que realmente me importaba, estaba a punto de extinguirse.

***

Ken se agachó al lado de su enamorada, sujetándole una de las extremidades. Estaba tan sumamente fría… Respiraba con pesadez, esforzándose en no perder el ritmo.

-Kyung… Hee…

-Está muerta. No hará daño a nadie nunca más –contestó. Taponó la herida con la mano, llenándose de sangre que no cesaba en derramarse. Se iba poco a poco formando un charco tiñendo la hierba-. Te vas a poner bien, Rinnie. Podemos llevarte a un hospital y…

-¿Jae Hwan…? –sollozó-. ¿Estás… aquí…? ¿Puedo tocarte… puedo hacerlo…?

Le acarició la mejilla, y él rozó la delicada palma con los labios mientras empezaba a llorar.

-Sí, pequeña… -se le quebró la voz-. Ahora ya podemos estar juntos. Compraremos la casa que nos prometimos, en medio del campo con chimenea y mantas, ¿recuerdas? Donde nadie nos molestará…

La pelirroja asintió, sonriente. Se inclinó para besarla e incluso en aquella situación, a ambos les pareció el mejor regalo de todos. No fue un beso pasional como tantos otros, sino que estaba cargado de amor puro e inocente, de dulzura sin precedentes. Daba igual quien los mirara, daba igual si a alguien le importaba. Solo existían ellos dos en ese momento. Cuando se separaron, la chica susurró:

-Jae Hwan, te quiero. Muchísimo.

Ken abrió la boca pero de ella solo salió un leve gimoteo angustiado.

-Hye Rin… yo también te quiero… te quiero demasiado…

Cuando buscó sus ojos, no le devolvieron la mirada. Éstos contemplaban un punto fijo en el horizonte, allí por donde el sol se alzaba en su máximo esplendor. Con las manos temblando le tocó la cara y la llamó una y otra vez, mas no obtuvo respuesta alguna. Hye Rin se había ido para siempre. Ken nunca supo si la muchacha había sido consciente de sus últimas palabras, pero quiso pensar que sí, porque de lo contrario, sería muy triste.

Duerme, pequeña… duerme hasta que nos volvamos a encontrar…

***

Las brumas se disiparon por fin, y Hye Rin se encontró frente a una casa demasiado familiar para ella. Cerca había un columpio que se mecía solo. ¿Qué hacía ella allí? Fue recordando y frunció el ceño, compungida. Estaba muerta. Si, lo estaba. ¿Y entonces? ¿Qué tenía que hacer? Echaba tanto de menos a Jae Hwan…

Una figura oscura fue solidificándose a cierta distancia. Otra cosa que le resultaba familiar. Se acercó, dando primero un paso, y luego otro. Cuanto más se acercaba, más lo reconocía. Su padre.

“Papá…”, habló, y le sorprendió su propia voz infantil. Era de nuevo una niña de exactamente la misma edad en la que su padre falleció. Corrió a sus brazos recibiendo el abrazo que había ansiado siempre de él. A pesar de estaba contenta, recordó a su amado y bajó la cabeza. Su padre la miró, preocupado.

“Papá”, repitió, “¿Crees que he hecho bien, marchándome?  Jae Hwan estará tan solo…”

Él negó y Hye Rin supo la respuesta a sus dudas.

“Estará bien. Tiene una vida que vivir. Será feliz, algún día no muy lejano con alguien a quien ame más que a mí”.

Y los dos, padre e hija fuero a jugar al columpio, riendo radiantes por toda la eternidad.


Hasta que nos volvamos a encontrar…

4 comentarios:

  1. Noooooo ;-; es decir... :'(
    No sé qué decir, tengo una mezcla tremenda de sentimientos. Me ha encantado por una parte ya que los pobres ya tienen su deseada libertad pero tengo un nudo en el pecho por ella... oh por favor ;-; odio estos finales pero en cierto modo los amo, es que no sé cómo explicar mi estado en estos momentos...
    Lo que tengo claro es que este fic me ha emocionado desde el principio y que sabía que algo así iba a pasar así que sí, soy masoquista a tope ><
    Gracias por brindarnos esta historia, de verdad.

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  2. Sabes... he leído este capítulo con la canción de love letter. Entre eso y que hoy he dormido poco, estoy mega sensible y lloro ;____;
    No soy de lágrima fácil, pero de verdad que me ha gustado mucho.

    Espero que se encuentren después... aunque él llegue a querer a alguien más que a ella. Muy bonito, si señora.
    Y... no sé, que este fic me ha gustado mucho Andrea, de verdad. <3

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  3. De verdad lamento muchísimo comentar hasta ahora, la verdad me había costado bastante encontrar los capítulos y recién ayer pude encontrarlos. Sólo puedo decirte lo mucho que me ha gustado, pese a ser corto, lo amé. Habia partes en las que me daban ataques de ternura :3 Rinnie tan linda, y otros en los que me sentia tan triste. Me encanta como escribes, es el primer fanfic tuyo que leo pero me ha fascinado. Este capitulo en particular fueron tantas emociones, por un breve momento crei que si lo lograrian, que rinnie despertaria en algun hospital rodeada por los chicos, pero no :'( Fue un final tan inesperado y tan cortavenas, pero aun asi perfecto. Me encanto la parte cuando Leo mata a la rubia >_< siempre crei que llegado el momento, Ravi seria quien se encargaria de ella, o N.

    Creo que es todo lo que tenia que decir, una vez más perdon por comentar hasta ahora u_U y decirte que amé este fanfic y que ya esta en mi lista de favoritos <3 Nunca dejes de escribir, lo haces de maravilla.

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    1. DDDDDD: No te preocupes mujer!!! no pasa nada por que no me hayas comentado, pero me alegro mucho de que lo hayas hecho!!! ^^ Yo también dejé colgado tus fics, y mira que tengo tu pagina en favoritos ;; pero gracias de nuevo!! Me ha encantado que te gustara!!! ^^

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