lunes, 14 de julio de 2014

Hongbin - Capitulo 17

Recosté a mi mejor amigo contra la pared, para poder moverme con soltura. Quise levantarme, fallando en el intento. Las piernas me temblaban como hojas por la tensión y maldije para mis adentros por mi debilidad. En el exterior, el sonido de los truenos embargó el silencioso lugar, sobresaltándome.

Alice –me nombró Leo. ¿Qué te han hecho?

Negué con la cabeza, incapaz de hablar aún. Era demasiado doloroso para recordar, y presentía que nada había acabado. Hyuna había dicho que volvería cuando el sol se pusiera de nuevo y que para entonces, me tendría una sorpresa preparada. No confiaba en que fuera una “buena” sorpresa.

Infligió… dolor dije al fin. Aquí me señalé el pecho. Luego fui con Hongbin, que aparentemente estaba desmayado por el continuo dolor sobre sus muñecas. Me quité la chaqueta fina y con toda la fuerza de la que fui capaz la partí en numerosos girones. Cuidadosamente, envolví las muñecas de mi genio con ellas. En el proceso, otras partes no dañadas entraron en contacto con los grilletes, y mi genio gimió con los labios cerrados. Una vez terminada mi tarea, pasé la palma de mi mano por sus mejillas, dándome cuenta de que su temperatura había aumentado. Casi como si… se hubiese vuelto más humano.

Alice…

Estoy aquí.

Si salimos de ésta… tú y yo tendremos una larga charla.

Asentí, conforme.

Si salimos de ésta recalqué. Pero no lo pagues con Hyuk. Yo le pedí que me llevara.

¡Lo siento, lo siento! irrumpió el más joven de todos, agachado. ¡No debí traerla conmigo, debería haber venido solo!

Ahora todas tus disculpas nos dan igual, es muy tarde para eso dijo Leo, levantándose. ¿Por qué somos los únicos que no estamos sujetos a la pared?

Supongo que Hyuna tendrá que saldar cuentas con Hongbin Hyuk se encogió de hombros.

En todo caso, yo soy el que tendría que saldar cuentas con ella, ¿no crees? señaló Hongbin. Estaba recuperando el color en el rostro de forma gradual, gracias a las tiras de tela que evitaban el contacto de las muñecas con los grilletes. Ken suspiró.

Hemos fallado en nuestro deber como guardianes…  dijo, con voz abatida. Nos merecemos todo el dolor que pueda causarnos…

Jae Hwan… -empecé, pero no me miraba.

Por nuestra culpa… no. Por culpa de nuestros superiores, Alice morirá de una forma más horrible de la que nos podamos imaginar. Claro está, antes de que eso ocurra Hyuna nos habrá aniquilado a los demás.

No reconocía a mi mejor amigo. Sencillamente, me era imposible. Mi Ken solía ser un chico alegre y despreocupado, siempre con esa sonrisa tan suya en la cara… Pero ahora… ahora no era él.

Sus palabras me atravesaron como flechas. ¿Qué quería decir con que yo moriría horriblemente? ¿Qué era lo que me depararía el futuro? Yo no quería morir… pero preferiría morir antes, y ahorrarme el sufrimiento de ver morir a los demás ante mis ojos.

Qué egoísta puedes llegar a ser…

No. Nadie moriría. No lo permitiría.

Un ruido me sacó de mis pensamientos y dirigí mi mirada a Leo, que intentaba forzar los barrotes de la celda sin tocarla. Y cuando lo hizo, contuvo un grito en los labios mientras se aferraba la mano.

Esto también está fabricado contra genios.

Leo, por favor, no intentes nada… Puedes hacerte daño pedí, aunque fuera algo obvio.

Unos tacones volvieron a hacerse notar en el silencio, sobresaltándolos a todos.

Eso mismo, Leo dijo la voz femenina de Hyuna, burlona. No te esfuerces demasiado… podrías romperte.

Taekwoon apretó los dientes, pero no dijo nada. La genio paseó la mirada de Ken a mí, entrecerrándolos, y luego miró a Hongbin. Abrió la boca como si quisiera decir algo y la cerró en seguida. Su cara había tomado un tono carmesí y temimos cualquier cosa.

Cuando te puse los grilletes… no esperaba que hubiese alguien tan necio como para privarme del sufrimiento que te provocaban… sus encendidos ojos se posaron en mí con toda su fuerza. Se acercó, rápida como el rayo y me tomó del cuello, levantándome como si mi peso fuera equivalente al de una pluma. No podía respirar.

Ah…h…a articulé a duras penas.

¿Cómo te has atrevido, pequeña insolente? Quiero que te quede claro. Hongbin es mío, y por ello morirá en mis manos. Tu solo podrás verlo morir. Y tú también morirás cuando me hayas entregado la llave.

Me quedé en silencio, en parte para intentar recobrar la consciencia que poco a poco se desvanecía y en parte porque no podía decirle “Nunca tendrás la llave”, cuando la estaba cogiendo con sus propias manos.

Vaya… ¿ya te has resignado? Pensaba que serías más entretenida… los humanos sois bastante aburridos.

¡Si convivieras con ellos…! empecé, pero me golpeó la cabeza contra la pared y vi las estrellas.

No tengo, ningún interés en convivir con vosotros siseó.

Suéltala, ¡bruja! soltó Hongbin y al momento, se retorció de dolor bajo la mirada de la Efreet. Gimoteé, impotente. Los gritos de mi genio se clavaban en mi como puñales.

Abel –llamó Hyuna. Tras unos segundos, un hombre mayor con gafas Nefilim apareció por la puerta de la cárcel. Era un tipo extraño, pues a pesar de su condición vestía una bata gris de piel y unos pantalones negros. Portaba, en su mano izquierda, un maletín del mismo color.

¡NO…! chilló Ken, visiblemente espantado por la llegada de aquel individuo.

Veo que me recuerdas… pensé que después de haber sido torturado por mis juguetes, habrías perdido el juicio. Qué valor… comentó el hombre. Era una voz rugosa, y arrastraba las palabras de una forma repugnante.

Ya sabes lo que debes hacer, Abel ordenó la rubia. El Djinn tiene que hablar.

¿Y qué pasa con la jovencita?

De eso me encargo yo dijo, soltándome. Tosí un par de veces y di gracias a no estar más tiempo en suspensión en el aire.

Abel titubeó.

¿Vas a intentar eso? El anciano se acomodó las gafas y miró a Hyuna con el ceño fruncido-. Si estás demasiado tiempo usando ese poder, puede que la cría no lo aguante. La mente es algo delicado para un humano…

Preocúpate sólo de hacer tu trabajo cortó la genio. Estaré el tiempo que sea necesario hasta que me diga dónde está la llave.

El anciano se encogió de hombros. Abrió su maletín y de él sacó un látigo de oro puro –o al menos lo parecía- que relucía como un sol. Me atrevería a decir que incluso de él salían pequeñas chispas. Entré en pánico.

¿Qué va a hacer…? musité con un hilo de voz. Sacudió el látigo contra el suelo. La piedra saltó como si fuera corcho, dejando una gran marca recta.

Pienso sacarle la verdad a tu amigo contestó. Oh, no pongas esa cara. Una piedra no es lo mismo que el cuerpo de un genio. Resistirá… más o menos.

Y dicho eso, sacudió el látigo contra Hongbin. Cuando la flexible vara azotó el pecho del Djinn, la sangre brotó como un grifo abierto y el chico aulló de dolor. Se me revolvió el estómago y estuve a punto de vomitar. ¡Basta, basta! Era demasiado para mí ver todo esto…

No, tú no te mueves de aquí dictaminó Hyuna, sujetándome del hombro. No me había percatado de que estaba semi-incorporada, posiblemente para ir en ayuda de mi genio. Tengo otros planes para ti.

La abofeteé. Si, la golpeé con todo lo que tenía. Pero no sirvió de nada. Me observó, enloquecida, como si hubiese cometido el peor error de mi vida, cosa que no se alejaba de la realidad.

Ahora sí que morirás tomándome de la cara, me obligó a mirarla y pronto me vi absorbida por aquellos ojos incandescentes que rezumaban un odio sin igual.

***

Un molesto sonido familiar me despertó. Tanteé el despertador con la mano y lo apagué en seguida. Al incorporarme, un agudo dolor de cabeza me atenazó e intenté calmarlo poniendo los dedos sobre las sienes. Cuando pasó, salí de la cama, me vestí y bajé a desayunar.

Dónde…

¡Alice! ¡Vas a llegar tarde a clase! ¡¿En qué estabas pensando?! mi madre se enfadó. No la culpé. El despertador seguramente llevaba sonando mucho tiempo. Me pregunté seriamente qué había hecho el día anterior para estar tan cansada… ¿Alcohol? No, nunca me ha gustado, pero eso explicaría el dolor de cabeza.

Estoy…

El camino a la escuela se me hizo eterno. No pensaba con claridad, no sé por qué. Mi taquilla, vacía, me decía que había recogido los libros y los tenía prácticamente todos en casa, salvo los de la mochila. No obstante, aún conservaba un libro y cuando lo tomé reconocí el tercer tomo de la novela de Agatha Christie.

Ah sí. Debo devolvérselo a…

¿A quién?

El dolor de cabeza se hizo más grande e automáticamente solté la novela, que se abrió por una página. Un papel pequeño se desprendió y en el momento en que todo dejó de dar vueltas, lo recogí. Era una cita de la autora: “La maldad no es algo sobrehumano, es algo menos que humano.”

Sobre…humano…

¿Qué extraño… qué me pasa? me pregunté, confusa. Una compañera de clase me anunció que el profesor estaba a punto de llegar, así que me apresuré a cerrar la taquilla y a entrar en mi clase.

Pero no podía concentrarme. Incluso estando aquí, con los ojos pegados a las cálculos de algebra, no distinguía número alguno.

Quizás me drogaron pensé, pero no estaba segura.

¿Me dejas la llave? preguntó un compañero. Parpadeé, aturdida.

¿La qué?

La goma de borrar, la necesito.

Ah. –Juraría que había dicho otra cosa-. Si, por supuesto, toma.

Se la di, y volví a –intentar- concentrarme en clase.

Las horas pasaron excesivamente rápido. No sé cómo, pero me encontraba saliendo de clase con la mochila colgada a la espalda y mirando el reloj que, con su timbretazo, anunciaba el final de nuestra jornada escolar.

¡No entiendo nada! exclamé, y luego me arrepentí en seguida. ¿Por qué estaba tan alterada? Todo era normal, todo estaba bien…

Demasiado normal…

Mi cabeza parecía querer estallar de un momento a otro. Me agaché sobre las rodillas, con la cabeza entre las piernas.

Me encuentro mal…

Hey, Alice me llamó una voz familiar. Era mi compañero de clase. ¡Casi se me olvida devolverte la llave!

¿Qué llave? ¿De qué hablas?

¡…!

No te hagas la tonta, la que siempre ocultas.

Yo no tengo ninguna llave –negué, aunque en mi fuero interno una voz me decía que era mentira.

¡…Alice…!

Alguien me estaba llamando mentalmente. La cara del chico se deformó horriblemente por el disgusto que le producía mi continua negación.

Eres una mentirosa…

¡No es verdad!

¡Alice corre!

Sin pensarlo ni un segundo más, me moví fuera del alcance de mi compañero tan rápido como mis piernas me permitían. No sé por qué le hacía caso a aquella voz, pero algo me decía que la conocía. Es más, cada vez que la escuchaba, el pecho se me llenaba de una mezcla de emoción y de angustia.

¡Seas quien seas, sigue hablando!

¡Despierta…!

¡¿Cómo?! sollocé. El camino se había vuelto perpetuo. Fuera donde fuese, siempre me encontraba los mismos árboles, las mismas casas, las mismas personas… Pero eran personas sin rostro, no podía identificarlas. ¡¡Tengo miedo!! ¡¡Ayúdame!!

¡Llámame!

¡No sé quién eres!

¡Claro que lo sabes! ¡No dejes que la Efreet te gane!

…Efreet…

Y de pronto, recobré el sentido.

¡HONGBIN! –chillé, levantándome del suelo. Hyuna dio un traspié hacia atrás y su cabeza fue a dar contra los barrotes. Ello no pareció afectarle, y se encogió como un gato arrinconado listo para saltar.

¿Cómo…? ¿Cómo has podido contrarrestar mi ilusión mental? ¡Estaba a punto de arrancarte la situación de la llave…!

No respondí. Aún veía círculos negros que me dificultaban la visión. Miré a Hongbin, y deseé no haberlo hecho. Estaba dejado caer hacia adelante, sin camisa y todo el cuerpo horriblemente ensangrentado. Me observó brevemente con una sonrisa arrogante y supe que había empleado su poder mental para ayudarme contra la Efreet. Se me llenaron los ojos de lágrimas.

Deja que se vayan pedí. Hyuna enarcó una de sus perfectas cejas.

¿Perdón?

Por favor me arrodillé ante ella. Por favor repetí. Deja que se vayan. Si lo haces, te llevaré hasta la llave.

La genio abrió la boca pero la volvió a cerrar, pensativa. Se paseó por la celda, con los dedos tamborileándole la barbilla. Después de unos segundos de meditar, sonrió socarronamente.

Solo dos personas notificó. Y será a través de tu querido amante Djinn.

Tragué saliva y suspiré. Era más de lo que me imaginaba.

Ya he decidido.

Hyuna parpadeó, sorprendida por mi rapidez.

Quien lo diría que son tus amigos, pudiendo seleccionarlos antes incluso de que te diera margen de tiempo.

No me sentí peor por sus palabras. Aguantándome en la pared me agaché junto a Ken, que había empezado a llorar silenciosamente.

Después de haber intentado protegerte… sollozó él. No me puedes hacer esto… Sabes que no podré vivir en paz…

Siento ser tan egoísta, Jae Hwan me mordí el labio. Pero no voy a dejarte morir aquí.

Después de darle un cálido apretón de manos y un beso en la mejilla, atravesé la cárcel y me detuve delante de mi genio. Me abracé a él, de tal manera que su mentón descansó en el hueco de mi hombro.

¿Te duele mucho? pregunté.

Creo que es la primera vez que tomas la iniciativa en abrazarme suspiró, esquivando la pregunta. Lo contemplé, triste.

Quizás sea la última vez que lo haga. No tuve que mirarlo para saber que abría los ojos como platos. Voy a pedir los dos deseos que quedan.

Hongbin tembló.

Deseo… —empecé—. Que Ken y Leo salgan de aquí y aparezcan en tu casa.

Me giré, justo a tiempo de ver como mis dos mejores amigos se veían teletransportados al lugar que había indicado. Sonreí, pero la sonrisa se esfumó al ver a Hyuk.

Lo siento… —murmuré. El Nefil negó, comprensivo. Volví a centrarme en mi genio.

Y mi tercer y último deseo es éste: Sé libre. Libre de todos y todo. Libre de volver al llamador o no volver nunca jamás. Libre de deambular por el mundo sin depender de nada o de nadie. Ya has sufrido bastante como para seguir siendo esclavo de tu propia condición.

El pecho de Hongbin se infló con dificultad, y supe que el poder de pedir tres deseos había llegado a su fin. Y el período de esclavitud del Djinn, también. El chico me contempló, con el rostro surcado de lágrimas. Le había dado la libertad que tanto anhelaba en una situación poco adecuada. No obstante, se veía aliviado. Le quité un mechón de pelo de la frente y lo besé.

Te quiero —declaré—. Muchísimo.

******************

¡¡¡Siento haber tardado tanto!!! Como recompensa, este capitulo es el más largo de todos -y espero que no el último-, como siempre me encantaría poder disfrutar de vuestros largos comentarios *^*

Un beso, y muchas gracias por leer!

5 comentarios:

  1. PA-SO-TE. Es el que más me ha gustado de toooodo lo que has escrito!! He estado enganchadísima!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. OMG Graciaaaas ;;; <3 En serio, me alegro que sea de tu agrado sniffff ;;;;;; <3

      Eliminar
  2. Puto final del capítulo, ¡¡¡¡¿Cómo puedes dejarlo así?!!!!
    Primero decirte que con el p*** internet que se me ha ido y Facebook con las notificaciones no me dejaban leer bien jajajajajajajajaja y ahora por el móvil por fin he podido.
    Bueno, voy a mi comentario -lógico- aunque de lógico no tenga nada jajajajajajajajaja
    Como te dije antes me ha encantado tu nueva forma de escribir, antes me chiflaba pero ahora es como que es todo aún más fluido. Sé que hay algo oculto el lo de los deseos y que Alice tiene un As bajo la manga, pero me ha dado una tristeza verlos sufrir a todos, pobre Hyuk que ha quedado desamparado ;-;
    Pero bueno, he sentido el latigazo como si me lo hubieran dado a mí ;---------;
    Y fallos no he visto ninguno, ha sido limpio y rápido, como un fórmula 1 perfecto en la ejecución xD
    Y ya, que me ha encantado, ahora me voy a maldecir a internet un rato antes de acostarme jajajajajajajajaja

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me sorprende gratamente que mi forma de escribir haya cambiado... no sé, yo siempre la veo igual hahahahahaha La verdad es que quizás el haber tardado en escribirlo y pensar en el capitulo puede haber influido, pero a saber xDDD Los deseos cumplidos tendrán que ver en el futuro, ya verás hahahaha
      El latigazo ha sido lo que más me ha costado escribir, y esperate, que aun falta...
      Me alegro muchisimo que te haya gustado, en serio ;^^^^^^^; <3 Gracias!!

      Eliminar
  3. Unnie este cap estuvo hermoso me hizo llorar :3 por favor sube pronto el siguiente capitulo lo esperare con ansias :D <3

    ResponderEliminar