martes, 4 de noviembre de 2014

Capitulo 4: Abrazando la realidad

Minho la esperaba delante de la Hacienda, manteniendo la promesa. Jane, incapaz de encontrar algo que se pareciera a unas duchas o a cualquier otra cosa que la hiciera sentirse limpia, se cambió de ropa –que sorprendentemente era de su talla- y aspiró el leve aroma a limpio que la impregnaba. Entre sus pertenencias había camisas blancas a montones y cuatro o cinco pares de pantalones, tanto vaqueros como de chándal. Se decidió por los primeros y calzó unas botas altas y duras.

Al asomarse por la puerta, descubrió al chico sentado con la espalda pegada a la pared. Tenía los ojos cerrados y la respiración acompasada, casi como si estuviese durmiendo. Jane se lo quedó mirando un buen rato. ¿Qué debería hacer? Intuía que ser corredor no era tarea fácil, por lo que Minho estaría agotado. Entonces el muchacho abrió un ojo interrogante.

-¿Vas a quedarte mirándome todo el día o empezamos con el paseo turístico?

La chica enrojeció. No había sido su intención espiarle.

-P-perdona –tartamudeó-. Es que no sabía si debía… yo creía que…

Calló mientras Minho se levantaba y esbozaba una sonrisa traviesa.

-Sé lo que creías –dijo, dándose la vuelta-. Sólo te estaba tomando el pelo.

Jane frunció el ceño y se cruzó de brazos. Lo menos que deseaba en aquellos momentos era que se burlaran de ella. Si Minho se había dado cuenta del cambio de actitud de la chica, no lo demostró ni hizo alusión a ello. Caminaron en silencio un buen trecho hasta detenerse delante de las puertas, que seguían cerradas. Como si hubiesen sido detectados, éstas empezaron a abrirse acompañadas de un chirrido ensordecedor que hizo que la muchacha diera un respingo hacia atrás, topándose con el pecho de Minho.

Éste la agarró de los hombros para mantenerla de pie, temiendo que pudiera caerse.

-Si vas a reaccionar así cada vez que se abran o se cierren, voy a tener que vigilarte más de cerca –dijo. Su aliento le erizó el bello de la nuca y se estremeció. Estaba demasiado cerca para su gusto. Demasiado como para sentirse cómoda.

-Sigamos con la visita –murmuró, apartándose.

-Me parece bien.

Minho le explicó que el Claro se dividía en varias instalaciones: la Hacienda -lugar que conocía ya bastante bien- era el sitio donde los Mediqueros trabajaban cuando los laceradores picaban a los corredores o cuando cualquiera sufría algún que otro accidente laboral. También era donde parte de los Clarianos dormía de noche. No todos lo hacían al raso.

-Tu llevas mucho tiempo aquí, ¿no? –preguntó Jane-. ¿Por qué no duermes dentro?

El chico apretó los labios en actitud pensativa.

-Buena pregunta –reconoció-. Supongo que prefiero el aire libre. Ya sabes, ver las estrellas y preguntarme si estaré vivo al día siguiente para lograr observarlas una vez más. –detectó la triste mirada que le dedicó ella y sonrió-. Era otra broma. Estoy demasiado bueno para morir ahí fuera.

La muchacha tuvo ganas de darse cabezazos contra la pared.

-Soy consciente de que te conozco poco –suspiró-. Pero empiezas a darme vergüenza ajena.

Minho soltó una risotada mientras señalaba otro lugar.

-Vale, sigamos. Eso es la Casa de la Sangre, a cargo de Winston. Es lo equivalente a una granja corriente, salvo por que justo al lado tenemos el matadero.

El nombre tenía su lógica.

-Yo creía que todas las granjas tenían.

-¿Ah sí? –El chico abrió los ojos, interesado-. ¿Tienen? ¿Te acuerdas?

Le sorprendió gratamente la curiosidad del corredor respecto al mundo exterior. Asintió, distraída.

-Más o menos… sé que hay granjas, sé lo que hay en ellas pero todo está borroso, no lo sé.

Minho se mantuvo en silencio y siguió caminando.

-Éstos son los Huertos. El guardián de los recolectores es ese cara fuco que tienes ahí llamado…

-Zart. Recuérdame que te llene de clonc la cena de ésta noche  –comentó sin quitar la vista de la tomatera. El Corredor sonrió, travieso-. ¿De niñera ésta vez?

-Algo así. Yo diría más bien que he conseguido vacaciones.

Zart chistó, burlón.

-Si tú lo dices…

Dejó la frase en el aire. Minho se giró hacia Jane.

-No queda demasiado, vamos –anunció-. Dentro del bosque noroeste tenemos los Muertos, donde enterramos… los muertos, valga la redundancia. ¿Ves como no los liamos en los sacos de dormir, verducha?

A Jane se le desencajó la mandíbula.

-No sé si pensar que te falta un tornillo o es que de veras crees que soy imbécil –espetó, con aspereza. Minho le dedicó una mueca antipática a la que la muchacha le correspondió sacándole la lengua. Estaba a punto de hablar de nuevo cuando otra persona se unió a la conversación. Alguien a quien ninguno de los dos tenía ganas de ver.

-¿Qué hay Minho? –dijo Gally. Entonces dirigió su vista a la chica hablándole de forma altiva-. Supongo que disfrutas de tu paseo, ¿no, verducha? A partir de mañana las cosas serán complicadas para ti.

-Algo me huele mal –criticó Jane, ignorando al otro Clariano-. ¿No hueles a podrido por aquí?

El otro hizo lo imposible por no reírse, sin conseguirlo. Las orejas de Gally se tornaron carmesíes, pero no perdió la compostura.

-Cuidado con lo que dices, pingaja. Mañana empezarás a demostrar lo que vales en los diferentes campos. Da la casualidad de que tu primera parada será conmigo, así que te sugiero que me trates con un poco más de respeto. Puede que lo que huela a podrido sea tu cadáver enterrado en los Muertos.

Jane se puso blanca como el papel y Minho paró de reír de golpe. Un aura siniestra lo rodeaba, substituyendo el regodeo anterior.

-¿Eso era una amenaza? –siseó. El constructor no contestó-. Gally, ¿acabas de amenazar a una Clariana? –puso especial énfasis en la palabra.

-Sí, lo he hecho. Tiene que empezar a respetar a sus mayores y más ahora que las reglas son lo único que nos mantiene unidos.

-Oh, por favor…

-Cierra el fuco pico, Jane –ordenó el joven asiático severamente. La muchacha se encogió, sorprendida-. Pasando por alto una amenaza que gracias a tus queridas reglas no debería cumplirse, ¿qué es eso de que se inicia en los constructores? Le dije a Newt que dado que yo era su guía, lo haría en los corredores.

Gally se colocó las manos en las caderas, cambiando el peso de pierna.

-No es lo que Alby dice.

Minho puso los ojos en blanco. Era más que obvio que la situación lo irritaba de sobremanera.

-De acuerdo. Hablaré con él.

Jane tuvo que reanudar su marcha en sentido contrario y dar varios pasos largos para igualar la velocidad de su compañero. Aun siendo solo un poco más alto, tenía las piernas más largas.

-Espera –dijo-. ¿En los Corredores? ¿Por qué en los Corredores y no en… los Huertos?

El joven se detuvo de nuevo, haciéndola chocar contra su espalda.

-Es tradición que los guías inicien a los verduchos en su especialidad. Normalmente deberías haber trabajado en todos los ámbitos antes de entrar en los corredores, pero tú… -la repasó una vez- tienes unas piernas de infarto.

Jane aspiró el aire de golpe y se atragantó. Su corazón emprendió una carrera desenfrenada y clavó la vista en el suelo, notando como se le coloreaban las mejillas. De nuevo. Esperó oír un “era una broma” que no llegó. Como respuesta, la chica le aporreó la espalda deseando que solo estuviera burlándose. Minho se cubrió teatralmente.

-¡Au! ¿A qué viene eso?

-Eres un… cara fuco –apuntó. No se acostumbraba a las palabras clarianas, y esa en concreto le sonó extraña.

-Dicho por ti no parece un insulto.

-Lo que tú digas –y añadió- idiota.

De nuevo, se instauró otro silencio un poco más corto.

-Verás, necesitamos más personal entre nuestras filas. Nadie quiere convertirse en uno de nosotros. Digamos que lo menos que les apetece es ser comida de laceradores. Normalmente solo suelen salir por la noche cuando las puertas están cerradas, pero a veces…

-Se escapan de día –cortó Jane-. Sí, Chuck me lo ha contado. ¿Cómo es que no entran al Claro si tienen oportunidad?

Minho se encogió de hombros.

-Me imagino que no estarán programados para eso.

-¿Programados? ¿No son animales?

-¿Animales? –Inquirió incrédulo-. Si alguna vez te conviertes en corredora y si alguna vez tienes el placer de toparte con un lacerador –y espero que no-, vuelve a preguntarme si esas cosas pueden ser animales.

Jane tragó saliva ante el odio que desprendía la voz de Minho. No podía ni imaginarse como serían aquellos bichos, aunque tampoco tenía ganas de averiguarlo. Decidió cambiar de tema.

-¿Y ya está? ¿Éste es el Claro?

El chico parpadeó.

-¿Esperabas más? No te desilusiones tan rápido. Lo realmente duro empezará mañana. Eso me recuerda… -miró hacia la Hacienda-… que debo hablar con Alby.

-¿Por lo de ser corredora?

-Esa es una razón. La otra es que si de verdad te inicias con los constructores, necesitarás a alguien más contigo. No me fío un pelo de Gally.

-Ni yo, pero me temo que soy un hueso duro de roer –dijo Jane, orgullosa. Sin embargo, Minho estaba serio.

-Esperemos que no te rompas el cuello “accidentalmente” –comentó. Jane supo que no era una ironía ni pretendía ser gracioso, por lo que no replicó.

-¿Tan peligroso es ese tío?

Minho caviló unos segundos.

-No demasiado, si sabes tratar con él. Se aferra a las normas del Claro como a un hierro candente, y que hayas aparecido tú rompiendo sus esquemas… lo ha alterado. Además de la humillación sufrida antes. No te perdonará tan fácilmente.

-¡Él fue el que se daba aires de grandeza, no yo! –Gritó, roja de rabia-. ¡Él es quien cree que soy débil! -No iba a permitir que semejante individuo le hiciera la vida imposible. Y menos en aquel lugar lleno de desconocidos. Minho colocó una mano en el hombro de la muchacha y se lo apretó.

-Calma –susurró-. Gally es idiota y huele a huevos podridos, pero Alby lo pondrá firme.

Jane arrugó la nariz, en un claro gesto de desagrado. El corredor clavó sus ojos fijamente en los de ella.

-No hagas eso –dijo.

-¿Eh? ¿El qué? –inquirió, desconcertada. Minho zarandeó la mano en el aire.

-Eso de la nariz –gruñó-. Es raro.

¿A qué se refería exactamente? No recordaba qué había hecho. El chico sacudió la cabeza.

-Olvídalo. Volveré pronto. Puedes ir en busca de Chuck, si quieres. Estará preguntándose si todo va bien contigo o si te hemos cortado en trocitos para la cena.

-Muy gracioso –dijo, con ironía. Un pensamiento le cruzó por la mente y se mordió el labio, reflexionando sobre ello. Abrió un poco la boca, hasta que se decidió a hablar-. Minho…

-¿Huh?

-¿Tú también crees que soy débil? –Le pareció estúpido, sobretodo porque él la había defendido con arrojo el Primer Día-. Quiero decir… si alguna vez lo has pensado.

El corredor arqueó las cejas.

-Ni se me había pasado por la cabeza –declaró-. Nunca. Te lo prometo.

Una calidez empezó a extenderse por el pecho de la muchacha, que suspiró. Podía contar con él al igual que con Chuck y eso la animaba a superar su situación. Con fuerzas renovadas corrió en busca de su pequeño amigo, estuviera donde estuviese.

1 comentario:

  1. Por fin te comento... con mi musiquita y tranquilamente da gusto leerte *^*
    Lo que me extraña es que nadie te haya comentado aún >:C me parece muy fuerte, así quedo yo mal cuando no puedo hacerlo al momento ¬¬ -se irrita...-

    Bueno, el comentario "serio" (destacables comillas) que me pierdo xDDD
    Uyyyyy el comienzo del "tira y afloja" entre Minho y Jane me va a gustar jojojo -joder, siempre tiro para el mismo lado >< -
    Al explicar las partes del sitio ya me voy yo situando mucho mejor, te lo agradezco :D la verdad es que ya se va formando en mi mente el recinto donde andan ¿encerrados?
    ¿Tienen memoria selectiva del exterior? Es decir, ¿cada uno viene con conceptos diferentes de fuera? Eso me tienta a pensar algunas cosillas... y joder con el "Gallito" <--- un nombrecillo by Laura >< es que los ha acojonado tanto lol
    Me da que la están subestimando... y cómo mi cabezota piensa demasiado, relaciono eso con que tiene algo especial que ni ella misma sabe, pero claro, esto ya es de mi cosecha jajaajjaa mi mente se va por los Cerros de Úbeda ><
    Y ya está, sólo avísame cuando cuelgues el siguiente y tarde o temprano me tienes por aquí, siempre te voy a comentar y lo sabes ^^

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