miércoles, 31 de diciembre de 2014

Capitulo 10: Sentencia a muerte

La Caja volvía a subir. No había pasado un solo mes, y estaban a punto de subir otro novato.

-No es normal. Esto no es normal –repetía Minho bajando la colina a toda prisa con Jane pisándole los talones. Al día siguiente de la llegada de Thomas, el estridente sonido había repicado anunciando lo inminente. Si fueran provisiones, no habría sonado ninguna alarma.

-Ya lo creo que no lo es –coincidió ella. Tropezó un par de veces, pero logró mantenerse. Finalmente llegaron y se abrieron paso entre el gentío hasta situarse al lado de Gally. Newt bajó a la Caja y tras un breve vistazo, se enderezó, confuso.

-Hostia… -musitó, y Alby, cuando miró tuvo una reacción similar.

-Dos novatos en dos días —respondió casi en un suspiro—. Y ahora, esto. En dos años no ha habido nada diferente, y ahora esto. Y yo creía que sería la única…

-¿Por qué no nos dices qué coño hay ahí abajo, Alby?—gritó Gally. Fue Newt el que habló.

-Otra chica. –todo el mundo estalló en conversaciones paralelas, algunos curiosos otros con las intenciones no muy transparentes-. Eso no es todo —dijo, y señaló hacia la Caja—. Creo que está muerta.

Jane aspiró el aire de golpe. El inicial sentimiento de esperanza que la había embargado hacía escasos segundos se había visto reemplazado por la decepción. Una chica, igual que ella, pero muerta. Ella estaba viva y la otra muerta. No dejaba de pensar en si había tenido suerte o por lo contrario, Jane debería haber muerto también.

Sacudió la cabeza ahuyentando aquellos pensamientos que no le hacían ningún bien. La sacaron de la Caja y la posaron en el césped, donde el líder llamó a Thomas, a saber para qué. Se fijó en el cadáver de la muchacha. Era preciosa. Pelo azabache, labios gruesos y piel de porcelana. Sintió una punzada de algo parecido a los celos, cosa que la desconcertó. No creía poder sentir algo así. Miró a Minho, que tenía la vista clavada en ella, como si pudiera leerle la mente.

-¿Qué?

-Conozco esa mirada.

-¿Qué dices? ¿Y tú por qué no te unes a los demás y murmuras obscenidades como ellos? –pretendía que fuera una broma, pero el simple hecho de imaginarse a su mejor amigo en ese plan le dolía.

-No pienso mirar a un cadáver de esa forma, por muy guapa que sea. Y aunque estuviera viva, tengo otras prioridades e intereses –sus iris marrones la taladraron significativamente. Jane tragó saliva en un intento de calmar los violentos latidos de su corazón.

De pronto, la otra muchacha abrió los ojos azules como mares y murmuró una única frase:

-Todo va a cambiar.

Después, los cerró y dejó de moverse. Portaba en una mano, asido con fuerza, un trozo de papel que Thomas recogió, leyó y tiró para que todo el mundo pudiera verlo. Jane retuvo la respiración, anonadada por lo que había escrito.

Ella es la última.
No llegarán más.

***

Clint, Jeff y Jane se llevaron a la joven a la Hacienda para investigarla. Minho volvió al Laberinto, no sin antes despedirse. Hablarían más tarde. Clint fue el primero en examinarla. Aparentemente estaba en coma, su respiración era lenta y pausada. Jane pasó un trapo por la frente perlada de sudor de ella: era hermosa de verdad.

-Si mañana no despierta, tendremos que tomar medidas. Comidas blandas y… tendrás que ayudarla a hacer… ciertas cosas –dijo Jeff.

-Por supuesto.

-¡Cuidado! ¡Abrid paso! –dijo alguien. Dos muchachos cargaban a un tercero, flácido, casi muerto. Jane reprimió un grito al ver que se trataba de Ben.

-Roy, ¿qué ha pasado? –Inquirió Clint-. ¿Pero Benny no estaba en la habitación contigua…?

-Por lo visto se escapó –contestó el que se hacía llamar Roy-. Y no solo eso. Casi destripa al pingajo novato con uno de los cuchillos de Fritanga en el bosque de los Muertos.

-Espera, ¿a Thomas? ¿Se encuentra bien? ¿Lo ha herido? ¿Y qué le ha pasado en la cabeza a Ben? –sonaba ansiosa, pero no podía evitarlo. Roy la miró a los ojos. Era un asiático el doble de alto que Minho, quizá de nacionalidad japonesa.

-No tenemos ni idea. Puede que un par de moretones. Por suerte, Alby llegó a tiempo. Intentó avisarlo para que se detuviera, pero el cara fuco no hizo caso y recibió una flecha en el cabolo. Le ha ido de poco, pero está vivo.

Jane se inclinó sobre el corredor y palpó el lado ensangrentado con un algodón. Una herida se abría desde el extremo de la ceja hasta la punta de la oreja derecha. Estaba convencida de que si Alby hubiese querido lo habría matado. Su puntería era excepcional.

-Podéis iros, yo me encargo.

***

-Alby, ni lo toques. Ni se te ocurra.

-Cállate, verducha. Ben va a ir al Trullo. Si quieres curarle lo haces allí.

-¡Pero no son las condiciones adecuadas! Por favor, Alby, espera a que le tape eso –imploró la muchacha.

El líder negó con la cabeza. Newt se encontraba detrás de él, serio. No le hacía ni pizca de gracia la decisión de su compañero, pero sabía que no había opción, por mucho que Jane considerara lo contrario. Y es que habían irrumpido los dos y lo habían mirado en la cama como si se tratara de un asesino en serie.

-No. Y es mi última palabra. Llévate cualquier cosa que necesites, aunque no le va a durar demasiado. Los guardianes hemos tenido una Reunión.

-Atacó a Thomas –continuó Newt-. Será desterrado en consecuencia.

La sangre huyó de la cara de Jane. Los pelos de la coronilla se le pusieron tiesos y la boca, seca, se le abrió y se le cerró sin emitir sonido. Ya había visto antes un destierro; el de Allen. Y no era un recuerdo agradable que quisiera repetir.

-Pero…

-Nada de peros, princesa. Una norma es una norma, y si este gilipullo ha sido tan idiota de romperla, que se atienda a las consecuencias.

Tuvo que tragarse su orgullo. Observó cómo se lo llevaban medio a rastras, indignada, saliendo detrás de ellos. Una vez en el Trullo, lo dejaron de cualquier manera en su interior. Jane entró y salvando las distancias logró hacer que se apoyara contra la pared para poder taparle la herida con una venda. Sabía que debía cosérsela, pero no tenía recursos.

-Lo siento Benny –dijo, sincera. El corredor pareció oírla, porque entreabrió los ojos para mirarla. Los orbes seguían rojos y profundas ojeras le marcaban la cara. Al mirarla, suspiró.

-Tú. Tú eres de las buenas. ¿Pero por qué?

-¿De qué estás hablando?

-También te he visto. No te haré nada –dijo cuándo Jane empezó a retirarse-. Eras de ellos, pero no querías que ocurriera… Nada de esto querías que… Yo te vi…

Solo hacía que repetir lo mismo una y otra vez.

-Ben…

-No dejes que me hagan esto, por favor, por favor Jane. No estaba dormido cuando Alby dijo lo del destierro. Por favor, por favor…

-Yo no puedo hacer nada.

Las manos del enfermo salieron disparadas hacia adelante, rodeando las muñecas de la joven y se apretaron ahí como si le fuera la vida en ello. Jane reprimió una mueca de dolor.

-Ben, para, ¡para!

-¡Por favor…!

-¡Separadlos! –gritó un clariano que acababa de entrar junto a otros dos. Tardaron un poco, pero finalmente lo consiguieron. Se llevaron a un Ben que pataleaba, luchando. La chica salió también a trompicones, centrando la mirada en todas las personas arremolinadas cerca de la puerta éste y evitando bajar los ojos a sus muñecas.

Alcanzó la primera fila de chicos y se fue abriendo paso, buscando a Minho. Avistó a Ben con un lazo alrededor del cuello; un palo lo unía con otros tantos. Alby habló.

-Ben de los corredores, has sido sentenciado al destierro por intentar asesinar a Thomas, el novato. Los guardianes han hablado y su palabra no cambiará. Y tú no vas a volver. Nunca —hubo una larga pausa—. Guardianes, colocaos en la pértiga de destierro.

La chica miró a Thomas, a solo cuatro personas de distancia junto a Chuck. Ella leyó una mezcla de horror y culpabilidad en su rostro pálido. No podía culparlo aunque Ben le hubiese dicho aquello y Gally reflejara cada día su odio por el novato. Algo le decía que era inofensivo.

Vio a Minho en el extremo de la barra de acero y luego a Winston y a Fritanga; todos en silencio. Uno a uno los guardianes fueron ocupando sus puestos. De improviso, la puerta del Claro empezó a cerrarse con los característicos chirridos ensordecedores.

-¡Guardianes, ahora! —gritó Alby. Ben aulló, berreó, pero cada vez estaba más cerca del límite del laberinto. Al fin, el último chillido del ex corredor se vio ahogado por las puertas al cerrarse definitivamente.

Jane frunció los labios para retener las lágrimas que acudían a sus ojos. No lo logró, y éstas se derramaron por sus mejillas sin control. Alguien la abrazó y tardó en reconocer a Minho. Olía un poco a sudor; se había cambiado únicamente la camiseta y ello mezclado con su esencia corporal le confería un olor almizclado y a la vez atrayente. Además… sólo él sabía cuándo tenía ganas de desahogarse. Y allí, encajada contra el hueco de su cuello mientras los demás se dispersaban, encontró la calidez del chico y se enorgulleció de que solo se mostrara así de cariñoso con ella.

-Debería dejar la costumbre de abordarte cada vez que te veo a punto de llorar. Cualquiera pensaría lo que no es –advirtió.

-Ese es tu problema, ¿no crees? Si te importa tanto…

-No –la apretó más contra sí-. No me importa una clonc.

Jane no fue consciente de lo que hizo a continuación. Alzó la barbilla y le plantó un beso en la parte inferior de la mandíbula. El tiempo pareció detenerse. Minho abrió los ojos como platos y la contempló, tan estupefacto como ella misma. Se separó de inmediato y se alejó varios pasos.

-Perdona, yo… -farfulló-. Tengo que irme… Alby y yo mañana… el lacerador… bueno, nos vemos.

Se fue. Jane lo observó irse, desconcertada, con el corazón en un puño y una última lágrima traviesa resbalándole por la mejilla.

***

Algo malo estaba pasando. Minho y Alby se habían marchado, y el ocaso se cernía sobre el Claro cuando Jane se acercó al grupo formado por Newt, Thomas y Chuck.

-…Foder, pero eso no es lo que me saca de quicio –estaba diciendo al primero.

-¿Y qué es? —preguntó Chuck. El chico desplazó los ojos a la entrada del laberinto antes de responder.

-Alby y Minho —farfulló—. Deberían haber vuelto hace horas.

Aquello mandó una ráfaga de inquietud a la muchacha. El corredor nunca se retrasaba, y menos en una visita de inspección.

***

Newt y Jane se pasaron las siguientes horas vigilando la puerta Oeste. El chico no paraba de comerse las uñas y de ir de un extremo a otro, nervioso. Mientras, la joven se había sentado delante de la gran obertura, el rostro entre las manos. Se mordía el labio de tal forma que pequeñas heridas empezaban a aparecer en ellos.

-¿Dónde están? —preguntó Newt con voz débil y forzada al ver a Thomas y Chuck acercarse.

-Volverán. Tienen que hacerlo –farfulló Jane, compungida.

Hubo una breve discusión entre el sublíder y el nuevo. Entonces Chuck saltó, confirmando los peores temores de todos.

-Newt no lo va a decir —dijo el niño—, así que lo diré yo: si no vuelven, significa que están muertos. Minho es demasiado listo para perderse. Es imposible. Están muertos.

La muchacha se mareó, el mundo pareció darse la vuelta por completo. Era incapaz de imaginar algo así. No estaban muertos. No podían estarlo.

Lo que empeoró la situación fue que Newt no lo negó. Se había rendido.

-¡Están vivos, lo sé! –Exclamó Jane, poniéndose delante de los demás-. Se habrán entretenido, quizá el lacerador ha cambiado de sitio por culpa del laberinto…

-Jane –puso las manos en sus hombros-. El pingajo tiene razón. Y ésa es la razón por la que no podemos salir. No podemos permitirnos empeorar las cosas más de lo que ya están.

-¡Quítame las manos de encima! –se las sacudió, furiosa.

-Faltan dos minutos para que se cierren las puertas —dijo Newt ignorando la reacción de su compañera. Les dio la espalda y se marchó, encorvado y en silencio.

Puntuales, las puertas empezaron a moverse. Jane soltó un alarido. Corrió al laberinto, golpeando las paredes como si ello pudiese detenerlas de algún modo. De pronto, un movimiento al final del pasillo a la izquierda captó la atención de los presentes. Era Minho, y arrastraba literalmente a Alby.

-¡Le dieron! —gritó Minho con voz ahogada y débil por el cansancio.
Thomas había llamado de nuevo a Newt que estaba de vuelta tan rápido como su cojera le permitía. La chica salió disparada al Laberinto, haciendo caso omiso a las protestas de Chuck.

-¡¿QUÉ HACES?! –le espetó el corredor cuando se cargó a Alby por el otro lado.

Jane le dirigió una mirada serena al cansado muchacho.

-¡Ayudar! No pienso dejar que…


-¡Las puertas! –la interrumpió, al tiempo que corrían desesperados. Minho tropezó y los tres se precipitaron al suelo. Y sucedió lo que nadie esperaba. Thomas cruzó los muros en el último minuto y los descomunales muros se cerraron tras él, sentenciándolos a una muerte inminente.

1 comentario:

  1. Hello! Vuelvo a estar por aquí lol
    Me he leído el anterior para hacerme a la idea, hacía tantos días que no cogía el ordenador...
    No me lo esperaba, que llegara al día siguiente :O OMG! Me he quedado flipando, ¡las puertas!
    Me da ehh, me da... la parte en la que destierran al pobre Ben ;-----; esos momentos Jane/Minho asdjfdsffsg es todo tan contradictorio que me encanta, esta sensación de no saber si sentirme bien, mal o regular jajajaa sí sí, me gusta.
    Ay, por favor, no me cambies el destino del libro que me matas ehhh, que vuelvan sanos y salvos asfjkadfksjdg
    Y ya no sé qué más comentar xDDD estoy out. Cambio y fuera ><

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