miércoles, 17 de diciembre de 2014

Capitulo 8: Pesar de corazón atormentado

Primero de todo, PERDONADME POR FAVOR. De verdad, no sé cómo expresaros mi pesar. Quizá mi justificación no sea suficiente, pero merecéis saber.

Tras los exámenes para los cuales estudié con devoción, mi mente quedó en blanco. Intenté escribir varias veces, sin éxito. Tenía la mente bloqueada. Me recomendaron que no forzara las ideas a salir, y aunque al principio no hacía caso, luego vi que sería lo mejor para mi. No pienso abandonar el fanfic, nunca. Así que por mas que tarde que sea, mantened la esperanza de que volveré a subir un nuevo capítulo.

Quizá el bloqueo de la mente haya desencadenado que los hechos del fanfic se precipiten un poco, así que disculpadme si a partir de ahora todo ocurre algo rápido. Gracias.

También aprovecho para comunicaros que el dia 23 estaré de vacaciones hasta el 9 de enero de 2015. Seguiré escribiendo en el viaje, pero no os aseguro que pueda subir capitulo tan seguido ahora que ya no tengo la mente bloqueada. Básicamente por que me voy a un lugar en medio del campo donde la cobertura es nefasta.

Gracias de nuevo por vuestras comprensión, y espero que os guste éste capítulo!

PD: ¡Lo he aprobado todo!
***
Dos semanas y media después, Jane había asimilado por completo su estancia en el Claro. Pero en ningún momento perdió la voluntad y las ganas de encontrar una salida, menos ahora que era una corredora con todas las letras. Tras completar en una media de suficiente casi todas las pruebas de acceso a los grupos, finalmente había sido declarada apta a tres: Mediqueros, Cocineros y Corredores. En la reunión, el griterío de protestas y demandas fue tal que Alby se vio obligado a excluir a los clarianos, incluidos los guardianes de las otras facciones que no tenían nada que ver con aquello. Al final, Alby, su mano derecha Newt, Minho, Clint, Jeff y Fritanga quedaron en completo silencio. La sala, vacía, parecía incluso más grande.
La muchacha observó a los presentes desde su silla situada en mitad del semicírculo, cansada. El conjunto de voces la había puesto de los nervios.
-Bien –habló Alby-. Ahora sí, os escucharemos de uno en uno. Quiero que expongáis los motivos por los que queréis que la pingaja se una a vuestro grupo. No olvidéis que la decisión final será de ella.
¿Por qué hablaban en tercera persona como si no estuviera ahí sentada?
-Evitad parlotear unos por encima de otros, por favor –sugirió Newt.
Nadie dijo nada, hasta que Fritanga dio un paso adelante.
-Es buena controlando los tiempos de cocción, y el sabor de sus platos es exquisito. Además… soy el único que cocina. El resto lava platos. Necesito más manos que quieran quemarse los dedos.
-Disculpa, pero requerimos de alguien con la suficiente fuerza como para retener en la cama a alguien a quien no le gusten las agujas. Evitar así posibles y dolorosos agujeros, ¿sabes? –Clint miró a su compañero, que asintió.
-¿Y tú, Minho? ¿Qué dices? –inquirió el líder. El chico suspiró y descruzó los brazos.
-Más corredores significa más muertes, pero más ayuda –todos los ojos se centraron en él, atónitos. El joven se encogió de hombros-. ¿Qué? Es verdad. Nadie quiere ser corredor por eso. Sería de gran utilidad en el exterior. Es rápida y tiene un buen par de… un buen fondo –corrigió.
Newt miró a Alby significativamente.
-Tiene razón –apuntó.
-Pues que decida.
Ahora los presentes se centraron en la muchacha, que se retrajo un poco, incómoda.
-Yo…
-¿Sí…?
-No me presionéis.
-No lo estamos haciendo –Alby se agachó delante de ella-. Sin embargo, tú estás sudando la gota gorda. Tranquila, Jane. Mira, vamos a hacer una cosa. Vete fuera, camina un poco, despéjate. Búscanos cuando sepas qué papel vas a desempeñar.
Con una palmadita en la espalda, se puso en pie y la chica lo imitó. Abrió la puerta y la cerró tras de sí. Se apoyó en ella intentando recobrar un poco de tranquilidad perdida. Respiró hondo, sintiendo cómo sus pulmones se llenaban de oxígeno puro y frío. Pensó seriamente las tres opciones que le quedaban. ¿Mediquera? Quizá. Clint y Jeff se habían convertido en unos amigos muy preciados para ella en poco tiempo, y haría lo que fuera para compensar su amabilidad. ¿Trabajar en las cocinas? ¿Por qué no? Fritanga le enseñaba todo lo que sabía y la muchacha lo había sorprendido aportando aún más conceptos del exterior.
Corredora.
El pelo de la nuca se le erizó. Tenía muchas ganas de volver a probarse en el Laberinto, poder recorrerlo y a lo mejor encontrar algo nuevo y diferente en él. Minho la ayudaría a adaptarse entre los miles de pasadizos y callejones entrecruzados, a descifrar la maraña de dibujos incomprensibles que trazaría debida a la poca experiencia adquirida. Sacudió la cabeza. Empezaba a depender demasiado del corredor y no pensaba por ella misma.
De pronto, al mismo tiempo que la más singular de las soluciones le atravesaba la mente, la puerta del consejo se abrió de nuevo y la joven cayó de espaldas sobre la dura piedra con un grito ahogado. Varios pares de ojos la observaron, confusos y divertidos.
-Creí que estarías lejos de aquí –dijo Alby. Minho se agachó, curioso. Jane levantó el brazo y poco faltó para saltarle los ojos. Su mano solo mostraba tres dedos.
-He tomado mi decisión al respecto –anunció-. Trabajaré en los tres sectores.
-¿Se puede hacer eso? –inquirió el Guardián de los Corredores con las cejas alzadas.
-¿Cómo vas a hacerlo? No puedes partirte por la mitad –Alby no lo veía viable.
-¡En diferentes momentos del día, cara fuco! –Espetó Newt-. ¿Es que soy el único que heredó el cerebro en éste Claro?
Jane le dio un manotazo en el tobillo y éste brincó hacia atrás soltando un "ay".
-Newt tiene razón. Saldré a primera hora de la mañana. Luego por la noche, ayudaré a Fritanga con la cena. Y si los Mediqueros necesitan ayuda urgente, siempre podría saltarme un día del Laberinto. De todas formas, Minho tiene a Ben de relevo.
-Es un buen plan, Alby –apuntó el asiático. El líder puso los ojos en blanco.
-De acuerdo. Pero no vengas quejándote de que esto te supera o te meteré en el Trullo antes de que emitas sonido alguno. ¿Está claro?
-Cristalino.
-Bien. Mañana empezarás a correr.
***
-Eh, Jane –Minho le pasó una mano por delante del rostro y ella volvió a la realidad. Se había quedado rezagada siguiendo al corredor, perdida en sus pensamientos.
-Ah, sí, perdona –se disculpó-. Tenía la cabeza en otra parte.
-No es solo eso –el chico la miró, serio-. No tienes buena cara. Es por Jack, ¿no?
-¿Qui… quién? –balbuceó.
-No te hagas la tonta. Jack, tu amigo, el cortador del brazo medio amputado.
-Sé quién es Jack –cortó la joven-. ¡Y no tiene el brazo medio amputado!
-No, solo se lo abrió en canal con la sierra.
-Oye –se acercó, peligrosamente. Minho retrocedió un par de pasos y se topó con una pared. La contempló, extrañado-. Aquí la única corredora que sabe del tema soy yo. Por eso estoy en tres grupos distintos, ¿recuerdas? Jack no perderá el brazo. Igual que Briston no perdió la pierna. O igual que Mark cuando…
-¡Vale, muy bien! Nadie va a perder nada, perfecto. Solo te estaba tomando el pelo. Estás bastante susceptible últimamente. ¿Qué te pasa?
-Nada –dijo, tajante-. ¿Podemos volver ya?
-Alto, alto, alto… esto es muy raro. ¿A qué vienen tantas prisas? Aún faltan varias horas para que…
-No se trata de eso –miró furtiva el camino de vuelta al Claro-. La caja sube hoy. Necesito… una cosa de ella. Sólo confía en mí.
Minho puso los ojos en blanco.
-Vamos. Pero tendrás que compensármelo de alguna forma –se relamió-. ¿Se te ocurre cómo?
-Mmm… ¿Doble ración de espaguetis para cenar?
-Ésa es mi chica.
-No te acostumbres.
Desanduvieron el camino. Cuanto más cerca se encontraban de la entrada, más profundo retumbaba el sonido de la alarma que anunciaba la inminente subida de la Caja. Jane aceleró el paso. Cuando al fin llegaron a las puertas, la chica avistó de lejos como Newt –con ayuda de Gally- abría las trampillas metálicas. El primero desapareció dentro y empezó a sacar cosas.
Justo en el momento en que Jane los alcanzó, el chico le pasaba una bolsa con su nombre al constructor, que extrañado, se la quedó mirando.
-¿Qué es esto? –inquirió con cara de pocos amigos.
-Dámelo, lo pedí a la Caja la semana pasada.
-Espera, ¿tú? ¿Con qué derecho pides "algo"? ¿Quién te ha dado permiso para hacerlo? ¡No podemos permitirnos peticiones absurdas, cara fuca!
La muchacha se cruzó de brazos.
-Mira el interior –señaló la bolsa-. Luego hablaremos de si es absurda o no mi petición.
Gally resopló y los desplazó los ojos hacia abajo. Metió la mano en la bolsa y sacó varias cosas: Toallitas húmedas, unas bolsitas con forma de cilindro alargado y algo cuadrado y aplastado. El constructor enrojeció violentamente al percatarse de qué era aquello.
-Bien. Toma –se lo tendió todo sin mirarla-. Retiro lo que he dicho.
-Pues yo no pienso callarme, Gally –alzó la voz-. De acuerdo. Quería evitaros cualquier pudor –que debería sentir yo, pero da la casualidad de que no me avergüenza ser mujer-, así que seré franca: la semana pasada coloqué un papel detrás de la lista que soléis darles a los creadores para pedir artículos de chicas, como son las compresas y los tampones. Porque sí, tengo la maldita regla todos los meses. Así que si alguien me juzga por intentar tener un poco de intimidad femenina, que no me dirija la palabra.
Se fue a la Hacienda, pero en vez de entrar en ella se sentó en la pared de detrás del edificio.
-Oh, menuda clonc –exclamó. Se dio cuenta de que había empleado una palabra clariana, pero no le importó-. ¿Por qué he tenido que decirlo?
Enterró la cabeza entre las rodillas y se quedó ahí un buen rato. Alguien se acercó y en silencio se recostó junto a ella sin mediar palabra. Jane tampoco dijo nada, conocía demasiado bien el sonido de la respiración acompasada de la persona a su lado.
-Gally es idiota –habló Minho.
-Sí –masculló la joven, que tragó saliva. Tenía un nudo en la garganta y en los ojos le ardían las lágrimas que se negaba a dejar caer. El corredor lo notó, porque se acercó hasta que sus caderas quedaron juntas. Pasó un brazo de forma torpe por los hombros de Jane -que se tensó- y la atrajo contra su pecho.
-Llora –susurró en su oreja, estremeciéndola-. No quieres, pero debes. Nadie va a echártelo en cara.
-Calla –dijo. La voz le vibró, inestable-. No soy tan débil como para…
-Llorar no es sinónimo de debilidad. Sólo los débiles no lloran. Creo que ya te lo he dicho pero… las primeras semanas en estar aquí lloré como un marica.
-Algo así he oído de todos, pero… pero… -se limpió los ojos, que empezaban a no poder contenerse-. Es absurdo llorar por algo tan ilógico como esto…
-Me da la impresión de que la razón por la que te sientes tan mal viene de algo mucho más grande.
Jane no habló, no hacía falta. Escondió la cara en el pecho de su ahora mejor amigo y no se contuvo. Nunca más se contendría estando con él. Minho la abrazó más fuerte, intentando fundir el dolor que asolaba a su compañera. Incluso cuando ella dejó de llorar, el corredor no se apartó. La chica alargó los brazos por detrás de su cintura y el corazón de Minho se aceleró. Ambos tragaron saliva, pese al sentimiento de comodidad ante la proximidad.
-Me siento inexplicablemente bien –confesó el corredor, aturdido por el torrente de emociones que lo recorría. La joven alzó la cabeza.
-Yo también.
Se separaron al fin, y ella aprovechó para secarse los restos de lágrimas de la cara. El corredor, levantándose, alargó una mano para ayudarla. Al notar la calidez de la palma, Jane tembló.
Transcurrieron varios segundos de silencio incómodo.
-Minho…
-¿Mm…?
-¿Puedo abrazarte otra vez… en otra ocasión? –horrorizada de haber dicho eso, su rostro tomó un color carmesí intenso-. Eh…
Una suave risa escapó de sus labios.
-Serás tonta –murmuró-. Cuando quieras.
Desde su llegada al Claro era lo más feliz que recordaba hasta el momento.
-¿Qué clonc hacéis? –inquirió alguien detrás. Ambos se alejaron de inmediato, pasmados.
Newt se hallaba con los brazos en las caderas y una expresión de absoluta incredulidad pintada en la cara.
-Newt, podemos explicarlo -empezó Minho.
-Oh, sí, estoy seguro –dijo-. Pero, ¿sabéis qué? No es de mi incumbencia. Haced lo que os plazca, de verdad. Yo solo venía a avisarla de que Jack está despierto y quiere darle las gracias.
-Pero si apenas hice nada que no hubieran hecho Clint o Jeff…
-Aun así, será mejor que vengas. Ellos no saben nada acerca de las nuevas medicinas que ha subido la Caja. Échales un cable antes de la hora de cenar.
Jane asintió. Cuando se dispuso a seguir al chico, Minho le dio un toque en el brazo.
-Eh, ¿nos vemos luego?
La muchacha le sonrió.
-Claro.
***
-Tienes la mente en otra parte –susurró Fritanga, cargando una caja de manzanas. La depositó a su lado, mientras la joven pelaba otras tantas.
En Minho, y es frustrante, la verdad.
-De vez en cuando me gusta imaginar cosas –mintió-. Nuevos platos, nuevas rutas del Laberinto no descubiertas…
-Qué valor –dijo alguien de la cocina-. Estar en tres sectores diferentes y no extenuarse. ¿Cómo lo haces?
-Supongo que por instinto de supervivencia. Quiero salir de aquí tanto o más que vosotros. Sin la barriga llena y una salud de hierro, no puedo ser útil. Cuando llegue la hora quiero a todo el mundo sano.
-Muchos no querrán irse, ¿lo sabes no? –comentó el Guardián de los Cocineros. Jane asintió-. A lo mejor está bien éste sitio…
-No. No lo está –el cuchillo escapó de sus manos y se cortó un dedo. Lejos de tapárselo, se quedó mirando el pequeño reguero de sangre-. Aquí somos vulnerables.
Tras curárselo debidamente, siguió con la tarea. Sin embargo, la cena no fue tan bien como debería. Uno a uno, los clarianos llegaron y fueron situándose en fila para recibir, hambrientos, la cena que tanto esperaban: espaguetis. Fue el turno de Minho. Se miraron unos breves instantes y Jane desvió la vista, azorada. Le duplicó la ración según lo acordado.
-Eh, ¡eso es trampa! –exclamó una voz estridente. Jane puso los ojos en blanco.
-Cállate Allen, o te pondré la mitad de la asignación habitual –espetó, tranquila. El chico la miró desafiante mientras ella le llenaba la bandeja y se iba. Gally era el siguiente.
-¿Cansada?
-Un poco. No más que tú –cambió el peso de pierna-. ¿Ahora intentas ser amable o es que quieres ración doble?
-Solo soy correcto –y bajó el tono-. Ya te he dicho que lo siento.
-No, no lo has dicho, pero lo tomaré como tal.
-¿Y eso qué significa?
-Que te perdono, pedazo de merluzo. Perdono pero no olvido. Hemos tenido muchas diferencias entre nosotros, empezando por tu maldita manía de querer seguir las reglas. Lo entiendo pero no lo comparto. Espero que podamos empezar a llevarnos bien, o al menos a soportarnos. Y más vale que te largues ya; la gente quiere comer.
Le echó un breve vistazo y se centró en la cola. Soltó un largo suspiro al ver a Allen.
-¿Y ahora qué?
-Los espaguetis están fríos.
Jane sostuvo el plato y lo llevó a Fritanga, a quien se lo explicó.
-Dile a ese cabeza de clonc que se los coma. Andamos demasiado escasos de comida como para prescindir de un plato. Si no lo quiere, se lo comerá otro. La chica le transmitió el mensaje al corredor.
-Antes Fritanga me los hubiera cambiado –entrecerró los ojos-. ¿Lo haces a posta, no?
Jane estaba perpleja.
-¿Hacer el qué?
-Le has dicho que no me los cambiara porque te caigo mal. Admítelo.
-No tengo ni la más remota idea de lo que dices. Y no jugaría con la comida de ésta forma ni por el peor de mis enemigos.
-¡Mentirosa! –la agarró de la camiseta y tiró hacia arriba para alzarla y empotrarla contra la encimera-. ¡Admítelo! ¡Admite que eres una de los creadores! ¡Que también estabas al otro lado con aquellas personas de blanco!
La joven profirió un grito ahogado que murió en sus labios cuando Allen cerró las manos entorno a su cuello. No podía respirar.
Y de pronto, tan rápido como había venido, se sintió libre de presiones. Tosió con vehemencia hasta que alguien la rodeó con los brazos, alzándola. Era Minho. Alby y Gally se habían encargado de noquear a Allen y el segundo lo arrastraba dirección al Trullo. El líder giró sobre sus talones, serio.
-Lo que acaba de pasar es algo que no había ocurrido desde que yo mismo llegué al Claro. Es algo muy grave, que no puede ser castigado solamente con unos cuantos días de aislamiento. Nuestro compañero Allen, un corredor, ha puesto en peligro la vida de uno de nuestros clarianos. Independientemente de si sus razones eran justificadas o por el contrario, injustas, no volverá a pasar. Será desterrado al atardecer de mañana.
Un gran revuelo se esparció en el comedor, algunos susurrando, otros hablando a gritos. Pero la mayoría contemplaron a Jane en brazos de su mejor amigo. Cuando éste atravesó el lugar, echo una furia, bajaron la cabeza. Chuck los siguió, y Newt no se quedó atrás.
-Ésto es lo que pasa cuando dejamos que las ovejas negras proliferen entre las blancas -dijo.
-No hay ovejas blancas, Newt -contestó Minho-. Todos nos oscurecimos en el momento en que pisamos el Claro.

1 comentario:

  1. Bueno, según recuerdo lo que te había puesto en el comentario desaparecido, te lo pongo de nuevo más o menos igual...

    ¡¡Un par de huevos, Minho, UN PAR DE HUEVOS!! ¿Por qué coño no lo dices? JAJAJJAAJJAA
    ¿Por qué no me extraña que escogiera los tres? ¿Eh? La verdad es que yo hubiera hecho lo mismo, la adrenalina por allí corriendo debe ser la hostia, luego cocinando y con la probabilidad de jugarles bromas o chantajearles se multiplica jajajaajaja y lo de las inyecciones... loooool
    Me encanta lo celosillo que se pone Minho XDDDD y me descojoné con lo de los tampones, y lo sigo haciendo jaajajajajajaja Me da con la dulzura del cabronazo de Minho asdhfadsf es que... y bueno, el momentazo del abrazo ya pues me dejó y me ha vuelto a dejar k.o. -sí, aún sigo cabreada porque me pensaba que había quedado mi comentario y se había quedado...-.

    Mi antiguo comentario estaba lleno de Minho y este no va a ser menos Minho Minho Minho Minho Minho Minhooooooo LoooooL
    Joder, que hardcore lo del cuchillo, y se queda tan pancho, yolo :O
    ¿Allen? ¿Qué demonios le han dado de beber? XDDDD casi la mata, madre mía >< aunque me da penilla si lo destierran, no sé, mi lado humano :S
    Y bueno, me encantó cuando lo leí y ahora que lo he vuelto a leer para recordar los detalles que comenté :D ahora me voy a por el otro capítulo ^^

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